Prologo de la vida simplemeNte - Por alOne *!
LO DIJO Alone- “La vida simplemente”, novela de Oscar Castro.
arios otros adverbios, a más de “simplemente”,admitía sin dificultad esta novela póstuma del
gran poeta. Por ejemplo:“sinceramente, desnudamente,
crudamente
~ . ”. Será una sorpesa para muchos y para no
pocos cierto desencanto hallar, donde acaso esperaban un dulce
idilio, ásperas pinturas de la realidad prosaica, escenas y cuadros que entremezclan
el vicio a Ia miseria, los harapos materiales al desorden moral, no sin exhibición de escándalos
y crímenes.
Todo ello obedece a una lógica interna
que, desde un punto de vista lo justifica
y, desde otro, lo ennoblece.
El argumento, o sea la materia de que
el autor disponía y que ningún artista verdadero
“elige”, porque, si es honrado, se le
impone, consiste en la historia de un niño
nacido y criado en la última pobreza en
los suburbios de una ciudad provinciana,
entre arrapiezos de la peor especie y próduro,
impasible y verídico hasta sangrar.
Y así es. Oscar Castro da aquí la im- -
presión de haberse abierto las entrañas.
Esto plantea una cuestión delicada
que, justamente, acaba de discutir con magistral
experiencia un biógrafo ilustre.
Preguntándose hasta qué punto hay
derecho para completar la interpretación
de una novela acudiendo a la vida privada
del novelista:
“Henri Rambaud, ensayista penetrante,
profundo d i c e Maurois en Les
Nouvelles Littéraires de 2 de agosto ú1-
timo- acaba de escribir para un libro de
Franqois Derais “L‘Envers du Journal de
Gide” un importante estudio sobre lo que
llama el deber de la indiscreción’’.
El título adelanta la conclusión y
ahorra comentarios.
or lo demás, quien conozca
el nimbo que a
la critica francesa imprimiósainte-
Beuve yla
predilección de Taine
por “los pequeños hechos
significativos”, no
e sorprenderá de dnbuceo
en ningim
fueron al norte”-y el hogar subsiste a duras
penas mediante el heroico trabajo de
la madre que sólo puede proporcionar a
sus hijos lo estrictamente indispensable
para no morir. Cuando el hambre arrecia,
el chico acude al vecindario y las pensionistas
de la casa vecina le encargan pequeñas
comisiones a cambio de modestas propinas.
De este modo,entra en su intimidad
y, a falta de escuela, tiene allí el espectáculo
del ocio diurno y las fiestas nocturnas,
cotidianamente, con todas las incidencias
que se pueden calcular.
Sin embargo, el muchacho no ru$da.
Hay en él un germen superior, una
chispita, depositada acaso en su espíritu
por la virtud materna; ama los libros, escóndese
entre los matorrales junto al río
para leer; mientras los otros se bañan o
van de ratería, su instinto lo ileva hacia las
cosas nobles y altas. Es una especie de
gravitación.
La ayuda egoísta y desganada, pero
eficaz y oportuna de un pariente rico, permítele
entrar a la escuela primaria y revelarse.
Ya sabemos que no se perderá.
No presenta mayores enredos la historia.
LCÓmo lograr que esta- fábula, cándida,
este apólogo elemental del niño bueno
entre la gente mala, esta romántica
“flor del fango”, predestinada a servir de
ejemplo en manuales pedagógicos, se convirtiera
en una obra de arte, alcanzara categoría
estetica efectiva, libre de dulzuras
convencionales, mil veces trilladas?
Creemos que semejante transmutación
sólo podía operarla el ácido corrosivo
de un realismo intransigente, la crudeza de
la verdad sin contemplaciones, un tono
A rincón de la vida secreta.
Todas las puertas deben abrirse y las
cortinas levantarse cuando el investigador
se presenta con su lámpara.
‘2Qué argumentos usan los que predican
un discreto silencio? -añade Maurois-.
Ante todo, que revelar las debilidades
de los grandes hombres dismiwye a
nuestros ojos a quienes fueron nuestros
guías y continúan siéndolo. Jorge Sand encarnó
para varias generaciones un ideal de
libertad y emancipación. ¿A qué hurguetear
sus amoríos? Victor Hugo, durante el destierro,
convirtióse en ejemplar de héroe. No
conviene mostrar sus vacilaciones. Gide infundió
a muchos jóvenes un fervor eficaz.
Callemos que su sinceridad era tortuosa”.
Son las razones que aducen los enemigos
de Encina, dándole por su misma
enemistad un título al interés de lectores
que acaso le habría costado conquistar. Y
ya tenemos un motivo para no guardar silencio:
la apasionada curiosidad que la
verdad despierta no sólo en los espíritus ligeros.
Todo hombre sieiite apetito de ver
claro y pisar firme. La simple apariencia
no le satisface y atacan sin querer a los oídos
quienes predican la conveniencia de
disfrazarlos con rayos artificiales.
Pero nos alejamos de la cuestión.
En la obra de arte, otras razones
aconsejan completar la creación mediante
el conocimiento del creador. Una obra de
arte, una poesía, una novela no constituye
un ser independiente, libre, sin raíces. Por
el contrario, su raíz, Ortega diría su circunstancia,
forma parte de ella misma, no
sólo la completa sino que la explica y suministra
existencia; nada se entiende completamente
sin ella. De ahí la curiosidad
natural e irresistible que lleva del interés
3 DE OCTUBRE DE 1982 >>> Daniela Saez
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